miércoles, 7 de marzo de 2007

Ladrillos sangrantes

Mis ladrillos
La construcción de la ciudad de Dubai es, probablemente, el proyecto arquitectónico más ambicioso, colosal y megalómano desde las pirámides. Costará miles de millones de dólares, tendrá un conjunto de islas artificiales con forma de planisferio y barrios con forma de palmeras que se verán desde la luna, hoteles submarinos de ocho estrellas, montañas giratorias, nieve en el desierto, edificios con forma de piezas de ajedrez, y está siendo construido contra reloj por miles de obreros en condiciones miserables.

Por Mariana Enriquez
Dubai, Emiratos Arabes Unidos

El mundo quizá no haya visto un proyecto de ciudad más ambicioso que el de Dubai. Una verdadera locura constructora, proyectos entre ridículos y surrealistas: ya la llaman “ciudad en ácido” o “la capital de los hongos”. La referencia lisérgica no es exagerada: Dubai parece un sueño megalómano hecho realidad —y quizá lo sea—. La política internacional dice, con su habitual sequedad, que Dubai pretende ser la capital moderna del mundo árabe —en un intento de dejar atrás la imagen de oscurantismo que le impone Occidente— y el centro financiero y tecnológico de Medio Oriente, en la ruta de tránsito del mayor capital mundial, en competencia con los puertos de Singapur y Hong Kong. Pero los proyectos vertiginosos van más allá; parecen los caprichos de un imaginativo niñito rico.

La costa de Dubai alberga construcciones que costarán, cuando finalicen, 100 mil millones de dólares, una cifra inasible e inimaginable. Incluyen The World (El Mundo), 300 islas artificiales ubicadas en forma de planisferio, hechas de arena (cada una cuesta 30 millones, y eso sin contar lo que costará hacerlas habitables). Se verá, afirman, desde el espacio. También serán visibles desde la luna las tres Palmeras, penínsulas artificiales con complejos hoteleros en las que trabajan siete millones de personas que deben ser transportadas cada mañana por barco para no provocar embotellamientos en un tránsito ya imposible (un trayecto de diez minutos en circunstancias normales dura una hora en la locura de Dubai, porque todas las calles están ocupadas por grúas y ladrillos y concreto y arena y obreros).

Pero ésos son sólo los proyectos más famosos. El resto es igualmente alucinante. Habrá un hotel Giorgio Armani y un Palacio Versace; ya funciona el shopping más grande del mundo; el hotel submarino –ocho estrellas– tendrá un costo total de 500 millones cuando esté terminado; el edificio más alto del mundo, el Burj Dubai, de 800 metros de altura, costará 800 millones. Quizás el emprendimiento más fabuloso sea el resort de ski interno, ubicado al sur de la ciudad, con nieve real y su propio sol negro (recordemos que en Dubai las temperaturas de verano ascienden a 49 grados). Y ya se planea otro resort, más exclusivo y complejo, con su propia montaña nevada... giratoria.

Seguramente la Ciudad Ajedrez derrumbará varias mandíbulas. El costo sideral se ignora, pero según los planos serán 32 torres de 64 pisos, cada una en forma de una pieza de ajedrez: edificios reinas, peones, alfiles, torres, en blanco y negro. Serán carísimos los departamentos en el edificio Big Ben, con la forma del célebre reloj londinense, pero de sólo sesenta pisos. Por supuesto, habrá una Silicon Dubai para las compañías informáticas (costo: 1700 millones); también una suerte de Mundo Marino llamado Atlantis, que costará 600 millones e incluirá natación con delfines. Y al este, la Ciudad de las Flores, la ciudad de la Salud, una Zona Libre Humanitaria... y la ampliación del aeropuerto, ya gigantesco, que costará 4 mil millones de dólares. Está claro que en este delirio un solo aeropuerto no es suficiente: ya se está construyendo uno nuevo en la costa, que tendrá capacidad para un tránsito de 120 millones de pasajeros.

Y todo esto sin contar la Disneylandia árabe, llamada Dubailand, que empleará a 300.000 personas, tendrá el tamaño de Mónaco, costará 4500 millones de dólares y recibirá a 120 millones de visitantes.

El artífice de esta fiebre es el sheik Mohammed bin Rashid al Maktoun, que gobierna Emiratos desde enero de 2006. Su idea: una ciudad como organismo, con el mejor nivel de vida del mundo, la primera metrópolis ultramoderna árabe. Una metrópolis que, claro, tiene su lado oscuro.
Además de albergar un quinto de las grúas existentes en el mundo, Dubai es el hogar temporal de 250.000 trabajadores, la mayoría oriundos de India y Pakistán. Se les paga 100 dólares por mes, viven en campamentos —cuatro personas por habitación— y lejos de la ciudad, en los galpones industriales de Quaz. Las denuncias acerca de las condiciones de trabajo son constantes: en 2006 murieron 39 trabajadores, sólo por caídas, y las leyes racistas de Dubai no proveen salud gratuita para quien no sea nativo. Ninguno de los constructores podrá comprar una parcela de tierra, también exclusiva para los nacionalizados, ni tendrá una ínfima tajada de este despliegue de dinero y poder.

Tomado de Pagina 12. 4/3/2007

No hay comentarios.: